Desafío en familia

¡Hola familias! Bienvenidos a nuestro desafío número once. En el encuentro de esta semana nos situamos en el tiempo del cautiverio. El pueblo de Israel pasó setenta años viviendo como extranjeros en una tierra que no era la suya, rodeados de costumbres, idiomas y creencias muy diferentes. Aun así, Dios no los abandonó: a través de los profetas les mostró que seguía a su lado. Uno de esos profetas fue Ezequiel, quien transmitió un mensaje muy especial: Dios prometía quitar el corazón de piedra y dar en su lugar un corazón de carne. Esa profecía nos enseña que, gracias a Jesús, hoy Dios también transforma nuestro interior y nos concede un corazón nuevo: sensible, confiado, obediente y dispuesto a aprender de Él.

Los invitamos a que nos acompañen con el siguiente desafío en familia. Cada noche, tómense un momento especial para conversar, pueden preparar algún jugo o snack dulce para acompañar el momento. Juntos, y mirándose a los ojos, recuerden lo que hicieron durante el día. Cada uno comienza diciendo algo bueno que logró hacer: una acción amable, un gesto de paciencia o generosidad. Luego, de a uno por vez, compartan algo que les gustaría mejorar, alguna actitud que no fue la mejor o un momento en que pudo actuar con más amor. Finalmente, tomen un momento para dedicar unas palabras de ánimos los unos a los otros. Como padres, tomen un tiempo para hablar y afirmar a sus hijos con palabras de amor y ánimo.

Terminen juntos con una breve oración, pidiendo a Dios que transforme sus corazones, ayudándolos a ser más compasivos, pacientes y generosos cada día. Recuerden que no tenemos buenas acciones porque somos buenas personas, sino que podemos ser buenas personas desde que Dios transforma nuestro corazón. Se trata de su obra justificadora y santificadora en nosotros.