Desafío en familia

En el encuentro de esta semana hicimos un viaje en el tiempo para recordar que Abraham recibió una promesa de parte de Dios y la relevó a su hijo Isaac; esa promesa hoy está disponible para cada uno de nosotros. Se trata de la promesa de ser parte de la familia de Dios por medio de la fe. Esa promesa nos da identidad y nos da la seguridad de que somos importantes para Dios y de que somos parte de una gran familia que está en todo el mundo. Como hijos de Dios, tenemos la posibilidad de hablar con Él, contarle todo lo que nos pasa y caminar el día a día con su compañía.

Versículos ocultos 

Para profundizar esta verdad, les proponemos el siguiente desafío: toma los versículos de Romanos 8:14-17, escríbelos en una hoja, sepáralos verso a verso y esconde las tres partes en diferentes espacios de la casa.

Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios. Y como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra que recibirá. Romanos 8:14-17 TLA

Luego invita a la familia a tomarse de las manos y a correr juntos para encontrar las tres piezas del versículo y armarlo antes de que suene el cronómetro de un minuto. La clave está en no soltarse y en avanzar rápido. 

Cuando termine el tiempo y hayan logrado acomodar el versículo, charlen sobre lo que dice y escriban juntos al menos tres cosas buenas de ser hijos de Dios… ¡hay más de tres!

Para terminar, oren y den gracias a Dios porque son sus hijos, son parte de su familia y han recibido el regalo de la salvación.